Esta vivienda se posa sobre una suave pendiente, como si se abrazara a la tierra. La loma desciende hacia la un río, entre cumbres terracotas de la sierra y el verde follaje de los pinos y pumamaquis. Desde aquí, ascendemos gradualmente, ganando dominio visual sobre el paisaje. Es un auténtico privilegio capturar ese instante, enmarcando la experiencia entre ligeros planos volados que se lanzan al vacío desde una topografía cuidadosamente aterrazada.

La casa se abre desinhibida hacia un jardín envolvente con infinitas vistas. Grandes ventanales flanquean la circulación interior, permitiendo que al caminar por la vivienda, cada paso revele una nueva perspectiva del entorno. Desde la sala de estar, la cocina o incluso los dormitorios, el paisaje se convierte en un compañero constante. La luz natural inunda los espacios, creando una conexión íntima con la naturaleza.